Ave Fénix

Escribo desde el dolor. Con las lágrimas en los ojos en algún momento. He llorado las últimas semanas, como muchos. En la encrucijada pero con la mirada en alto y simplemente buscando el camino. Esto ya se acabó. El “Estado Mexicano Posrevolucionario” se acabó. Necesitamos construir la transición al Nuevo Estado. Y sin embargo en las calles estamos detenidos en el clamor del Ya basta, del Ya me cansé, del Nos faltan 43. Nos faltan muchos más.

Ya identificaron un cadáver. ¿Nos faltan 42? ¿Y si encontráramos otros 42? No, amigos, esto ya va más allá de los 43. Es la vida de los que aún no han sido muertos, es la libertad de los que aún no han levantado, es la luz de los que aún no han torturado, mutilado, humillado, extorsionado. Son los demás desaparecidos, los demás asesinados, los demás además de los 43. Es la saliva que vuela sobre las cosas que hay que sepultar del Estado Mexicano Posrevolucionario.

Quisiera de pronto dejar todo y decir, Construyamos todo desde abajo. ¿Y qué tendría que hacer? Ahora tengo familia, no puedo dejarlos botados, no puedo dejar detrás la obligación y el placer de educar a dos mexicanos que multipliquen la honestidad y los deseos de cambiar y de hacer las cosas bien. ¿Entonces qué hacer? Al menos hacer estas líneas, no sé, para ustedes, para mí mismo, para poner en orden mis ideas.

Peña tiene que renunciar, pero en el fondo es lo de menos. Esto no es de personas, esto es de inercias. Peña tiene un prestanombres, o varios, porque hay un sistema de reglas que dice que el presidente debe ser millonario, debe tener una esposa guapa, debe llevar un buen traje, tener hijos que fotografíen bien, una casa grande o más de una casa grande. La casa es un problema, pero la causa no es la casa, no son los supuestos salarios altos de Televisa o los contratos de una constructora. La causa de fondo es una corrupción enquistada. Es muy fácil cansarse de la corrupción, pero es más fácil caer en ella, y mucho más difícil sobrellevarla sin nunca dar un soborno, nunca pedir un favor, nunca brincar procedimientos.

En algún momento tendremos que ser una sociedad que perdone, que concilie, que tolere. Nuestro diálogo es de telenovela. Rebatingas por el poder, con la esperanza de que al final de los tiempos el bien triunfe, Cenicienta triunfe. Hay que evolucionar de la diatriba televisiva a la dialéctica como sociedad.

¿De dónde sacamos la ruta para este comienzo? No lo sé, y eso también me produce un enorme vacío e impotencia. Las instituciones que hacen la república están copadas por quienes no tienen el más mínimo interés de transformarlas. Aún cuando individualmente sus integrantes tengan buenas intenciones, las inercias los llevan a no tejer la transformación.

Peña renuncia y hay dos posibilidades, que quien llegue no lideree las transformaciones, dejando nuevamente desilusionado un movimiento político de protesta sin precedentes, o que quien llegue sí lo haga. Dada esta incertidumbre, preferiría no detonar la caída de Peña sin antes haber articulado la base para que las transformaciones ocurran.

Si esperamos hasta 2018 pasa lo mismo, o quien llega lidera las transformaciones o se dedica a administrar lo que queda de la República vigente, con la misma sensación de que algo nos pasa. Y de nuevo, no quiero llegar a votar por el menos peor, porque tendré oportunidades de trabajo o porque está guapo o guapa.

Una posibilidad, sin duda, es que esta preocupación se teja lentamente. No tengo por qué esforzarme por diseñar ese mecanismo de transformación y luego salir a convencer a los demás de mi ruta. Se dará porque le ha llegado su tiempo. Creo, sin embargo, que la clausura del ciclo histórico que representa el Estado Posrevolucionario sí le ha llegado su tiempo mas no necesariamente a su reemplazo.

Veo las declaraciones del Procurador General de la República, 80 detenidos, una investigación exhaustiva, tardía diríamos muchos, escepticismo sobre los 80 detenidos y sobre la exhaustividad. En el ínter, otros detenidos, 11 manifestantes llevados a penales de alta seguridad para ser liberados una semana después por falta de pruebas, luego un radical detenido de forma arbitraria y liberado más tarde. Él cansado. Nosotros cansados. ¿Qué sigue? ¿Realmente estamos cansados de los 43? No, estamos cansados de muchas cosas más, tantas cosas como tuites #Yamecanse y #Yamecanse2 se han escrito.

De pronto, sin embargo, recuerdo a Mafalda en víspera de sus vacaciones. En la obscurdidad Guille pregunta “Pzt Mafaddita, ¿y de qué eztamoz canzadoz?”. Temo que la crisis de los 43 termine así, con unos cuantos radicales aislados, la sociedad desgastada y sin una ruta de recomposición.

Termino: hay que ser creativos y comenzar a imaginar las nuevas instituciones. Yo sí veo una nueva república, así no sepa el camino para llegar a ella.