Les comparto mis palabras con motivo de la reapertura del Jardín Pushkin, tras una rehabilitación integral:
Décadas atrás un niño imaginario, caminando, recorría la colonia Roma buscando a Mariana, la protagonista de Las Batallas en el Desierto. Entonces, este jardín, en el que nos encontramos, en el que se invirtieron 51 millones de pesos para rehabilitar 19,600 metros cuadrados, tenía como nombre Jardín Jesús Urueta y Siqueiros, un orador y poeta mexicano, cuyos restos se encuentran en la Rotonda de las Personas Ilustres.
En Las Batallas en el desierto, José Emilio Pacheco escribió:
Cómo me hubiera gustado permanecer allí para siempre o cuando menos llevarme la foto de Mariana que estaba en la sala. Caminé por Tabasco, di vuelta en Córdoba para llegar a mi casa en Zacatecas. Los faroles plateados daban muy poca luz. Ciudad en penumbra, misteriosa colonia Roma de entonces.
En otro pasaje, Pacheco escribe:
La calzada de La Piedad, todavía no llamada avenida Cuauhtémoc, y el parque Urueta formaban la línea divisoria entre Roma y Doctores.
José Emilio Pacheco era un gran caminante de la ciudad. Caminar es un descubrimiento permanente. Yo mismo lo practico por las calles casi a diario. De vez en vez camino de la Colonia del Valle, donde habito, a la Colonia San Rafael, donde laboro desde marzo. Ando por estas calles con regularidad. En las últimas semanas buscaba la calle de Morelia para dar seguimiento a la obra de este parque, Pushkin ahora, Urueta en los tiempos de Las batallas en el desierto.
Caminar ofrece una vista única hacia la arquitectura de la ciudad, cuyo siglo veinte está marcado justamente en las colonias Del Valle, Narvarte, Roma, Juárez y San Rafael, de mis recorridos cotidianos.
Caminar es también encontrar los retos de una ciudad, décadas en las que dejó de pensarse en el peatón y en las que nunca se consideró a las personas con discapacidad. Estas aceras renovadas ahora cuentan con rampas en todas las direcciones, con guías táctiles y pendientes suaves y protegidas con bolardos, no rampas pronunciadas y estrechas.
No está así toda la ciudad. Sean calles secundarias o vías primarias, el peatón enfrenta obstáculos en las infraestructuras y en las conductas. Tornillos salidos, registros fracturados, banquetas rotas, altares, basura, jardineras anti peatones, puentes anti peatones, vehículos en banqueta, vehículos que no frenan al hacer un giro, vehículos en las esquinas, ciclos de semáforo de varios minutos que favorecen al automóvil y dejan al peatón expuesto a las inclemencias del tiempo. El cambio de paradigma para volver a la Ciudad de México un paraíso del peatón es un camino largo, muy largo.
Esta ciudad era un lago. Conforme se secó sobrevivieron los ríos que lo alimentaban. Luego esos ríos se volvieron avenidas. Barreras. Cada una de las vialidades que antepone la palabra Río en su nombre es regularmente una barrera: Río Consulado, Río Mixcoac, Río Churubusco, Río San Joaquín, Río de la Piedad.
¿Qué hacemos con estas barreras? ¿Podemos enterrar al menos tramos específicos de Tlalpan? ¿Podemos reemplazar los Viaductos Río Becerra, Miguel Alemán y Piedad por un gran parque lineal y un espejo de agua? ¿O preferimos la ruta de las vías elevadas para unos cuantos beneficiarios? La ciudad se reconstruye día con día, y su reconstrucción implicará llevar espacios como este Jardín Pushkin a más colonias de la ciudad, y a la vez conectarlos entre sí.
Con el Jefe Delegacional Ricardo Monreal estamos buscando formas de colaborar y seguir interviniendo espacios como este en la delegación. Él y su equipo nos han marcado interés en que busquemos recursos para mejorar el Jardín López Velarde, que está a un kilómetro de aquí, y siendo éste un Bosque Urbano de más de 8 hectáreas debería unirse a una ruta de parques centrales que se han mejorado en los últimos años, como la Alameda Central, el Pushkin, el México, el Jardín Artes Gráficas que pronto será mejorado también. La Secretaría de Turismo Federal apoyó, en este Jardín Pushkin, con recursos del Programa para el Desarrollo Regional Turístico Sustentable, con 21 millones de pesos de los 51 que requirió la obra.
Banquetas y plazas son espacio público, las primeras nos brindan el disfrute activo del espacio, la movilidad, el desplazamiento de un lado a otro. Los jardines, plazas y plazoletas son el espacio público pasivo, aquel dedicado a la recreación, el descanso y la contemplación. La unión entre ambos, el espacio público activo y el espacio público pasivo es fundamental.
Así definimos el espacio público hace justo dos años en la Carta de los Derechos del Peatón. Un grupo de organizaciones peatonales construimos este documento que plasma las preocupaciones en materia peatonal. El 11 de agosto de 2014, simultáneamente en varias ciudades del país, la Carta de los Derechos del Peatón se hizo pública, y ahora tenemos el reto de volverla realidad.
¿Qué tendríamos que hacer en el ámbito de las atribuciones de cada uno para que los derechos del peatón se hagan efectivos? En el caso de la Autoridad del Espacio Público no sólo estamos obligados a que cada uno de nuestros proyectos se integre con este documento, sino también a identificar cómo, a partir de nuestras atribuciones, podemos allanar el camino hacia el goce de los derechos del peatón con nuevos programas y políticas públicas.
Jardín Pushkin es un gran espacio, tanto para ese disfrute pasivo del espacio público como para el activo, en las rutas de muchos peatones hacia sus destinos o hacia la estación del Metrobús que tenemos a un lado, las de Ecobici que circundan la zona, los metros Hospital General, Niños Héroes y Cuauhtémoc de las líneas 3 y 1 del Sistema de Transporte Colectivo, así como el Trolebús Cero Emisiones de Velódromo a Chapultepec.
Muchas gracias y bienvenidos, este es un gran espacio para la Ciudad de México.